Hoy os
voy a proponer hacer un viaje en el tiempo 700 años atrás. Imaginad que sois
una persona normal y corriente de la baja edad media y que una de las
principales misiones que tenéis no es otra que cubrir vuestras necesidades
básicas: necesidades fisiológicas, vestiros, alimentaros, hidrataros... Muchos os
decantaríais por practicar la ganadería para obtener carne y pieles, sin
descuidar la agricultura o la pesca. Y bueno, las necesidades fisiológicas no
os preocuparían demasiado… a la calle o al río mismo. Pero, ¿de dónde beberíais?
Del mar evidentemente no, de los ríos mejor que tampoco por la alta
contaminación que llevan (¿os acordáis que ya hemos satisfecho nuestras
necesidades fisiológicas?) y la leche es mucho más valiosa si la convertimos en
queso o mantequilla. Por lo tanto, sólo os quedan unas pocas soluciones para
calmar vuestra sed: la cerveza, el vino o la sidra serían casi la única
fuente de hidratación.
Traed
por un momento a la mente vuestros 3 conocidos que más puedan
beber en una noche de sábado como hoy. Pues ni siquiera juntándolas beberían
más que una persona medieval: fácilmente 2, 3, 5… y hasta 6 litros de cerveza
al día. Y estamos hablando de graduaciones de entre 8 y 10 grados que consumían
incluso los niños (aunque algo rebajadas). Vuestro día normal comenzaría con unas
tostadas mojadas en tazón de cerveza espesa, después en el trabajo calmaríais
vuestra sed con más cerveza y para evadiros de la dura jornada al llegar a casa,
como no, otro lingotazo.
No
olvidemos que estamos en una sociedad que marca muchas diferencias entre
clases, y uno de los muchos indicadores de ese status es precisamente la
bebida. Si sois un sacerdote o un noble os decantareis por beber algo de
elaboración más compleja y cara como puede ser el vino. Sin embargo si sois
peregrinos, muchachos o artesanos como la mayoría, consumiréis cerveza. No
quiere decir que si sois nobles no bebáis cerveza, pero lo haréis cuando os
entre sed durante una jornada de cacería, nunca en un banquete. De hecho, no es
casualidad que en las abadías y monasterios se produzca cerveza y no vino, ya
que en esa producción van implícitos los conceptos de humildad y austeridad.
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Foto: www.schlenkerla.de |
Hasta
ahora siempre hemos hablado de un consumo privado, pero ¿cómo se dio el paso
al consumo en bares tal y como hacemos hoy? Bien, la elaboración de la cerveza
era tan sencilla y económica como esto:
Al ser tan sencilla, la producción era totalmente casera y
llevada a cabo por las mujeres. Además, la venta de los excedentes de la producción
familiar permitía traer unos pequeños ingresos extra a casa. Esta venta estaba
regulada por unos inspectores (varones) que digamos que tenían un trabajo
bastante fácil: ir de casa en casa probando las cervezas caseras y ya de paso
recaudar los impuestos, valorar la calidad del producto y tasarlo. Las
destiladoras no destacaban precisamente por su feminidad ni por su atractivo,
pero aun así usaban todas (y todas significa TODAS) sus armas para ganarse el
favor del inspector.
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Foto: opinionycultura.blogspot.com |
Poco a poco, estos asustados hombres fueron buscando lugares
donde poder beber lejos del acoso de las terribles y peligrosas cerveceras, y
lo hicieron en forma de public houses, o lo que hoy llamamos pubs.
SALUD!
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