sábado, 27 de febrero de 2016

La cerveza - La bebida de los pobres



Hoy os voy a proponer hacer un viaje en el tiempo 700 años atrás. Imaginad que sois una persona normal y corriente de la baja edad media y que una de las principales misiones que tenéis no es otra que cubrir vuestras necesidades básicas: necesidades fisiológicas, vestiros, alimentaros, hidrataros... Muchos os decantaríais por practicar la ganadería para obtener carne y pieles, sin descuidar la agricultura o la pesca. Y bueno, las necesidades fisiológicas no os preocuparían demasiado… a la calle o al río mismo. Pero, ¿de dónde beberíais? Del mar evidentemente no, de los ríos mejor que tampoco por la alta contaminación que llevan (¿os acordáis que ya hemos satisfecho nuestras necesidades fisiológicas?) y la leche es mucho más valiosa si la convertimos en queso o mantequilla. Por lo tanto, sólo os quedan unas pocas soluciones para calmar vuestra sed: la cerveza, el vino o la sidra serían casi la única fuente de hidratación.



Traed por un momento a la mente vuestros 3 conocidos que más puedan beber en una noche de sábado como hoy. Pues ni siquiera juntándolas beberían más que una persona medieval: fácilmente 2, 3, 5… y hasta 6 litros de cerveza al día. Y estamos hablando de graduaciones de entre 8 y 10 grados que consumían incluso los niños (aunque algo rebajadas). Vuestro día normal comenzaría con unas tostadas mojadas en tazón de cerveza espesa, después en el trabajo calmaríais vuestra sed con más cerveza y para evadiros de la dura jornada al llegar a casa, como no, otro lingotazo.

No olvidemos que estamos en una sociedad que marca muchas diferencias entre clases, y uno de los muchos indicadores de ese status es precisamente la bebida. Si sois un sacerdote o un noble os decantareis por beber algo de elaboración más compleja y cara como puede ser el vino. Sin embargo si sois peregrinos, muchachos o artesanos como la mayoría, consumiréis cerveza. No quiere decir que si sois nobles no bebáis cerveza, pero lo haréis cuando os entre sed durante una jornada de cacería, nunca en un banquete. De hecho, no es casualidad que en las abadías y monasterios se produzca cerveza y no vino, ya que en esa producción van implícitos los conceptos de humildad y austeridad.

Foto: www.schlenkerla.de


Hasta ahora siempre hemos hablado de un consumo privado, pero ¿cómo se dio el paso al consumo en bares tal y como hacemos hoy? Bien, la elaboración de la cerveza era tan sencilla y económica como esto:

 

Al ser tan sencilla, la producción era totalmente casera y llevada a cabo por las mujeres. Además, la venta de los excedentes de la producción familiar permitía traer unos pequeños ingresos extra a casa. Esta venta estaba regulada por unos inspectores (varones) que digamos que tenían un trabajo bastante fácil: ir de casa en casa probando las cervezas caseras y ya de paso recaudar los impuestos, valorar la calidad del producto y tasarlo. Las destiladoras no destacaban precisamente por su feminidad ni por su atractivo, pero aun así usaban todas (y todas significa TODAS) sus armas para ganarse el favor del inspector.

Foto: opinionycultura.blogspot.com
Poco a poco, estos asustados hombres fueron buscando lugares donde poder beber lejos del acoso de las terribles y peligrosas cerveceras, y lo hicieron en forma de public houses, o lo que hoy llamamos pubs.


SALUD!

viernes, 12 de febrero de 2016

Amar la trama más que el desenlace


Hoy me ha dado por escuchar detenidamente una de las canciones que siempre me acompaña en mis escapadas. El título ya es revelador de por sí: LA TRAMA Y EL DESENLACE.

Es una canción de temática claramente amorosa, pero para mí hay algo más detrás. El gran Jorge Drexler nos habla de la importancia de prestarle atención a los pequeños detalles que nos pasan desapercibidos en nuestra vida diaria, de no precipitarnos en alcanzar lo que deseamos sino que debemos disfrutar del camino hasta lograrlo.

Inconscientemente, esta es la premisa que me gusta seguir en mis viajes.

Supongamos que por fin hemos conseguido billetes baratitos para ir a esa ciudad que lleva años en nuestra lista de deseos. Muchas veces, vamos con prisa para llegar a nuestro alojamiento y hasta que no soltamos el equipaje y miramos por la ventana o bajamos a dar los primeros pasos por su casco histórico no empezamos a sentir. ¿Puede ser que nos hayamos perdido una parte del viaje? Yo soy de los que no pasa esos pequeños detalles por alto. Durante el viaje, mi mirada suele estar clavada en la ventanilla. Siempre que puedo, obvio el metro y disfruto el camino hasta el centro histórico en autobús, observando la vida real de los barrios que quedarán fuera del planning de viaje. 

Quizás este sea el motivo por el que mis últimos viajes por España y Europa incluyen siempre un coche de alquiler. Una vez que salgo de viaje me cuesta conformarme con ver sólo un lugar, me gusta descubrir los alrededores y si hay tiempo, hacer una ruta por la región disfrutando del paisaje y de otros atractivos a mi paso.

De alguna forma, cuando se hace turismo, el fin justifica los medios. Estos son algunos ejemplos en los que disfruté los medios tanto o más que el propio fin.



El Delta del Ebro a vista de pájaro de camino a Marruecos.

Visitar Praga es una experiencia única… pero llegar a ella cruzando una blanca República Checa...
Es cierto que Hallstatt es uno de los pueblos más bonitos de Europa, pero la carretera de entrada no tiene ningún desperdicio
Uno de mis paseos en bici sin rumbo me llevó sin darme cuenta a otro país
A sólo unos minutos del canal y de la antigua ciudad de Corinto en Grecia, me convertí en el único visitante de esta impresionante Acrópolis de Acrocorinto
Si el atardecer te sorprende en la Isla de Mljet, sólo tienes una opción: parar en la cuneta y disfrutar