En turismo gusta mucho poner etiquetas. La
ciudad de la que hoy nos ocupamos, muchos la conocen como la Venecia del
Norte. Es un sobrenombre muy poco original, ya que se utiliza en Hamburgo,
en San Petersburgo, en Estocolmo, en Amsterdam… Los de aquí prefieren llamar a
Venecia la Brujas del Sur.
Paseando por estas calles, no nos van a venir
a la cabeza historias de brujas precisamente. Si acaso algunas hadas de
cuento. Sin embargo, a los españoles, el nombre de Brugges nos sonó al
oído a Brujas más que a los puentes que en realidad significa su
nombre en flamenco. Y así se quedó.
Hay un dicho que dice que en Brujas no existe
el tiempo. Pero más bien podríamos decir que en Brujas existen varios tiempos a
la vez. Cuando visitamos Brujas, además hacemos un viaje al siglo XIV. ¿Os
imagináis que por ejemplo Nueva York poco a poco se fuera abandonando hasta
convertirse en una ciudad fantasma y que dentro de 400 años la descubriéramos
intacta? Esto es lo que pasó en Brujas, una de las ciudades más ricas de la
época, quedó dormida, aletargada, congelada, para que hoy nos la
encontremos casi como un escenario de cuento: con callejones adoquinados, canales
de ensueño, plazas de mercado, torres medievales…

Para situarnos, esta zona del Mar del Norte
era el centro comercial más importante del mundo: Amsterdam, Amberes… Aquí
llegaban por barco buena parte de las mercancías que se movían por el mundo,
principalmente los exóticos y cotizados tejidos de las Indias. ¿Cómo es posible
que Brujas, que se encuentra a 20 km de la costa, entre en este selecto grupo
de puertos? Pues una noche por allá por el 1100 tuvo una gran suerte… y es que
le cayó un diluvio impresionante. Sí, la salida de aguas de esa gran tormenta
excavó un canal hasta el mar, el Zwin, que le permitió no sólo quedarse un
trozo de esta gran tarta comercial, sino convertirse en uno de los mayores
puertos de Europa. Grandes empresas, inversores y marchantes de arte se
instalaron en la ciudad. Lo que hoy es una ciudad pequeña, llegó a duplicar la
población de Londres durante su apogeo. Llegaron a impresionar nada menos que a
la reina de Francia, cuando afirmó: Yo pensaba que era la reina, pero aquí
he encontrado 600 rivales.

En plena efervescencia económica y comercial,
se produjo un hecho clave para el mundo contemporaneo. Justo al norte del Markt
se encontraba la calle de los bancos. Aquí había una casa donde los
empresarios se reunían cada tanto para negociar la compraventa de títulos y
otros instrumentos financieros, algo parecido a lo que hoy son las acciones. El
dueño de esta casa se llamaba Ter Beurze, por lo que ese intercambio de valores
empezó a llamarse Bourse, en castellano… Bolsa. Podría decirse
que Wall Street nació en Brujas hace más de 800 años.
Fueron 400 años de prosperidad que acabaron
casi de la misma forma que empezaron. Aquel canal que se abrió al mar se fue
enarenando hasta que dejó de ser navegable. Y si no llegan barcos, no hay
comercio. Los mercaderes se mudaron a la vecina Amberes. Poco a poco la ciudad
se fue quedando abandonada y acabó entrando en un letargo de otros 400 años.
Hace escasamente 150 años que los turistas
ricos redescubrieron esta reliquia medieval que había permanecido embalsamada
durante siglos. Brujas fue atrayendo cada vez a más curiosos, y con los
ingresos que se generaban se fue invirtiendo en su rehabilitación que permite
que hoy en día podamos disfrutarla como si fuera una especie de burbuja del
tiempo.
E
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