domingo, 15 de mayo de 2016

Brujas, la reliquia medieval





En turismo gusta mucho poner etiquetas. La ciudad de la que hoy nos ocupamos, muchos la conocen como la Venecia del Norte. Es un sobrenombre muy poco original, ya que se utiliza en Hamburgo, en San Petersburgo, en Estocolmo, en Amsterdam… Los de aquí prefieren llamar a Venecia la Brujas del Sur.
Paseando por estas calles, no nos van a venir a la cabeza historias de brujas precisamente. Si acaso algunas hadas de cuento. Sin embargo, a los españoles, el nombre de Brugges nos sonó al oído a Brujas más que a los puentes que en realidad significa su nombre en flamenco. Y así se quedó.



Hay un dicho que dice que en Brujas no existe el tiempo. Pero más bien podríamos decir que en Brujas existen varios tiempos a la vez. Cuando visitamos Brujas, además hacemos un viaje al siglo XIV. ¿Os imagináis que por ejemplo Nueva York poco a poco se fuera abandonando hasta convertirse en una ciudad fantasma y que dentro de 400 años la descubriéramos intacta? Esto es lo que pasó en Brujas, una de las ciudades más ricas de la época, quedó dormida, aletargada, congelada, para que hoy nos la encontremos casi como un escenario de cuento: con callejones adoquinados, canales de ensueño, plazas de mercado, torres medievales…


Para situarnos, esta zona del Mar del Norte era el centro comercial más importante del mundo: Amsterdam, Amberes… Aquí llegaban por barco buena parte de las mercancías que se movían por el mundo, principalmente los exóticos y cotizados tejidos de las Indias. ¿Cómo es posible que Brujas, que se encuentra a 20 km de la costa, entre en este selecto grupo de puertos? Pues una noche por allá por el 1100 tuvo una gran suerte… y es que le cayó un diluvio impresionante. Sí, la salida de aguas de esa gran tormenta excavó un canal hasta el mar, el Zwin, que le permitió no sólo quedarse un trozo de esta gran tarta comercial, sino convertirse en uno de los mayores puertos de Europa. Grandes empresas, inversores y marchantes de arte se instalaron en la ciudad. Lo que hoy es una ciudad pequeña, llegó a duplicar la población de Londres durante su apogeo. Llegaron a impresionar nada menos que a la reina de Francia, cuando afirmó: Yo pensaba que era la reina, pero aquí he encontrado 600 rivales.


En plena efervescencia económica y comercial, se produjo un hecho clave para el mundo contemporaneo. Justo al norte del Markt se encontraba la calle de los bancos. Aquí había una casa donde los empresarios se reunían cada tanto para negociar la compraventa de títulos y otros instrumentos financieros, algo parecido a lo que hoy son las acciones. El dueño de esta casa se llamaba Ter Beurze, por lo que ese intercambio de valores empezó a llamarse Bourse, en castellano… Bolsa. Podría decirse que Wall Street nació en Brujas hace más de 800 años.


Fueron 400 años de prosperidad que acabaron casi de la misma forma que empezaron. Aquel canal que se abrió al mar se fue enarenando hasta que dejó de ser navegable. Y si no llegan barcos, no hay comercio. Los mercaderes se mudaron a la vecina Amberes. Poco a poco la ciudad se fue quedando abandonada y acabó entrando en un letargo de otros 400 años.
Hace escasamente 150 años que los turistas ricos redescubrieron esta reliquia medieval que había permanecido embalsamada durante siglos. Brujas fue atrayendo cada vez a más curiosos, y con los ingresos que se generaban se fue invirtiendo en su rehabilitación que permite que hoy en día podamos disfrutarla como si fuera una especie de burbuja del tiempo.






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